jueves, 2 de julio de 2009

Cultura de compartir *


Compartimos todo y tanto, solo hace falta ponerle atención a este hecho maravilloso y hacerlo con toda intención; empezando por los sentimientos, las representaciones del mundo, las palabras, las actitudes y los gestos, las costumbres de convivir, cortejar a las parejas o celebrar y hacer las fiestas, nuestras maneras de ser y de pensar, todo lo que hacemos. No existe un sólo ámbito de la vida que no sea interacción compartida.
Si esto es cierto, también lo que es que lo que domina en nuestros tiempos, tiene otra cara terrible. Obedecemos otros imperativos culturales de malestar y violencia. Hay falta de entendimiento y todas las formas del desamor provocado por el egoísmo están vigentes. Esa cultura actual que en ocasiones parecería irremediable, sin embargo, nos da razones para recobrar las esperanzas de que las cosas no han sido siempre asi, y que podemos volver a cambiarlas. Y tenemos motivos para no sumbir a la resignacion.
Unir esfuerzos, combinar actividades, crear oportunidades para los interesados en común, pensar en los otros, actuar conjuntamente y muchas otras prácticas cotidianas ancestrales de asociación, son esperanza que sobrepasa las presiones constantes que hay para resignarse y someterse, dejar de ser y de hacer los que más nos guste y mejor hagamos.
La cultura de compartir sugiere abrir los ojos al presente y al porvenir, desde otra perspectiva que ya abandona la economía de las cosas según la cual “vales por lo que tienes”. En otras culturas anteriores y en los sentimientos que están emergiendo entre muchas personas jóvenes y mayores de ahora, es frecuente que se empiece a preferir ser lo que compartes, los anhelos que te integran, con quiénes y con qué ideas lo haces.
Este proceso de cambio cultural es enorme. Encuentra, al final de cuentas, la innovación y el bienestar como resultados que retroalimentan crecientemente los potenciales de dar y compartir en una sinergia de bienestar que tan bien conocen familias como las alteñas de Jalisco, y por lo que, aún cambiando sus estructuras, tamaños y funciones, se siguen conservando como resguardo de esperanza y fortaleza.
El amor, la amistad, la confraternidad que siguen sintiéndose como refugio para mantenerse al abrigo de las agresiones y de la violencia, de las desigualdades del mundo, han sido espacios de unidad y de encuentro colectivos que siguen desterrando al egoísmo, al individualismo y la soledad. Compartir es una gran fuerza potencial porque al actuar concientes de que se trata de hacerlo en beneficio mutuo, sin dañar a nada ni a nadie, multiplica las ventajas que cada quien encuentra en beneficio mutuo y para todos. Compartir rescata al nosotros.
Según este enfoque, recobrar la admiración por lo que tenemos a nuestro alrededor, ser sensibles a su belleza, volver a la inocencia, es lo que está salvando al mundo. En todo ello, es una parte importante ser capaz de procurarse el auto sustento y, además, generar un poquito más para compartir, corresponder con los demás, también devolverle a la Tierra lo recibido y cuidar a toda la naturaleza que nos da casa y cobijo, alimento y espíritu. Con ello, podemos confirmar que sí, en efecto, tenemos a la mano, muchos motivos y maneras de enfocar oportunidades de realización personales-grupales que ya conocemos y que sí son muy ventajosas para todos.
*Estas ideas para el amable lector, son tomadas en parte del texto de la Convocatoria del Foro Prisma que hace unas semanas organizó dos encuentros de artistas simultáneamente en las ciudades de México y Oaxaca, y cuyo video y mayor información, se encuentran en: http://www.esideas.com/videos/video.html.

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